Desde
que leí el capítulo sobre los Crackers Españoles del libro de
Mercé Molist Ferrer, Hackstory, no puedo dejar de pensar en eso de
que “tiempos pasados siempre fueron mejores” y me viene a la
cabeza un recuerdo tras otro de aquella maravillosa época. Tanto es
así, que llevo días pensado en darles forma de alguna manera.
Quizás escribir de ello en mi blog sea un comienzo o quizás sea
simplemente un desahogo y no llegue a nada mas. Eso sí, tendré
muy en cuenta el dicho de que “los tontos hablan del pasado, los
sabios del presente y los locos del futuro”. Contaré pues un poco
de como fue aquella época, recordando el pasado, pero con los ojos
bien puestos en el presente. El futuro, sabe Dios que nos deparará.
De momento conformémonos con debugar el pasado para poder entender mejor
nuestro presente y crackear nuestra realidad, pues así es como el futuro se
va haciendo presente y el presente se va haciendo pasado.
Para
que entendáis de que voy a hablaros, de entrada debéis situaros en
los años 80 y 90, en España, un país que había salido de una
larga dictadura de 40 años.
Yo
tenía por aquel entonces, cuando murió el dictador en 1975, la
corta edad de 8 años. Pasé esa época de mi mas tierna infancia
estudiando en un colegio público (hoy me siento afortunado de ser de
los que hizo la EGB) y jugando a las canicas, las chapas, el trompo y
el churro, mientras mis padres iniciaban un largo y reñido proceso
judicial de separación matrimonial, porque de aquellas ¡aún no
había ley del Divorcio! Fueron años difíciles para un crio, pero
interesantes también en lo social, pues viví años de apertura,
ansias de libertad y revolución social. En lo que a mi respecta,
descubrí el tabaco y me inicié en el vicio de fumar con precocidad
y comencé a prestar algo de atención a la política en el momento
que pegaba fuerte la UCD de Adolfo Suárez. ¡Creo que esa fue la época en la que comencó a despertar mi mente!
Después
los problemas de política ya se hicieron algo habitual y opinaba
sobre ellos y me iba haciendo mis opiniones de Calvo Sotelo, del
Gobierno Socialista de Felipe González y Alfonso guerra, del
alcalde de Madrid Tierno Galvan, de Fraga Iribarne, del retornado
Carrillo… en fin, de la derecha y de la izquierda política
española y de la vida y sus vicisitudes. Conocí lo que fue la puta
ETA durante su etapa mas sangrienta y también al Grapo, cuando aún
no habían decidido colgarse del cuello en sus celdas sin saberlo
incluso ellos mismos. Las cosas comenzaron con atentados que
convertían a los ministros en Astronautas (me acuerdo de haber visto
en la televisión el vuelo de Carrero Blanco y recuerdo que en la
calle se cantaba que ese hombre había “nacido en tierra, vivido en
el mar y subido al cielo en un Dodge-Dart”) y el gobierno no tardó
en aprender a responder con guerra sucia. En lo social, el país
parecía que comenzaba a desmadrarse, como hacen los niños cuando
salen al recreo después de haber estado 5 horas seguidas encerrados
o como los toros cuando salen al coso ciegos desde toriles,
embistiendo a todo lo que tienen por delante. Los 40 años de
dictadura (periodo que después conocería como un “Franconio”)
trajeron una apertura cultural y apareció La Movida Madrileña y la
irrupción a lo bestia de las drogas. ¡Que suerte que yo aún era
demasiado pequeño para todo eso!, cuando me llegó la edad, ya había
mas información y yo era mucho mas listo.
Cuando
tenía ya mis 15 años, corría el 82, la movida estaba pegando sus
últimos coletazos, pero sin embargo aún quedaban los verdaderos
grupos de rock como Leño, Barón Rojo, Obús y otros de punk, como
la Polla Records, Eskorbuto, El último ke Zierre y La Uvi. Yo me fui
a vivir a Galicia con mi madre y allí pegaban fuerte, en Orense Los
Suaves y en Vigo los que en su día fueron Maricruz Soriano y los que
afinan su piano, reconvertidos a los muy cachondos Siniestro total.
Eran tiempos en los que escuchaba a diario Golpes Bajos, Germán
Copini y mucho mas Rock extranjero y nacional. Leía mucho y
criticaba todo y sobre todo, tenía muchas ganas de aprender cosas
nuevas y llevar la contraria. Pero no todo era hermoso, para los mundiales de futbol ese año escogieron una mascota espantosa, el "Naranjito".
En
el panorama internacional, la década de los 80 terminaba con la
caída del muro de Berlín que dividía a Alemania y a Europa en dos
tras el final de la guerra mundial y la época de los 90 se iniciaba
con la caída del comunismo en la Unión Soviética y el final de la
guerra fría. Ahora mandaban los Yanquis, cosa que tampoco nos
gustaba a muchos de los de mi generación. Nosotros fuimos esos
Españolitos que se declaraban los últimos Insumisos y de los
primeros que comenzamos a dejar de ir a la Mili para hacer una
Prestación Social Sustitutoria. Así fue como llegue a los 90, con
todo confabulado en lo social y en lo personal para hacer de mi,
antes o mas tarde, un cracker de pro.
Justo
cuando terminé los seis años que dura la carrera de medicina y
tenía que pensar seriamente en ganarme yo las habichuelas, vinieron la Expo de Sevilla, con su no menos espantosa mascota “Curro”
y
las Olimpiadas del 92, con Cobi, que parecía un perro recién
atropellado por un automovilista ebrio.
Fueron otra vez años duros
en los que debía opositar y presentarme al MIR para conseguir
estudiar una especialidad y después trabajar. Sin la especialidad en
algo, un médico en España en esas fechas solo tenía dos opciones,
o apuntarse al paro y preparar la oposicón, o marcharse del país.
La opción de “nini” por aquel entonces era impensable para
nosotros y no existía. Tardé dos años en sacar la puñetera
oposición, el famoso MIR, cosa que hice con buena nota y pude
escoger la especialidad en Medicina que quise en el lugar que
deseaba, sin problemas. Me puse a ello y durante esa época viví
también cambios importantes; pero las cosas ya me parecía que iban
a menos: a Jesulín de Ubrique le tiraban bragas y sujetadores al
coso mientras le cantaban “Tora, tora, tooooora...” y Chiquito
de la calzada en la televisión contagiaba a la mitad de los
Españoles haciendo que después pareciesen gilipollas al
hablar...Jorrrl, que fistro de País, ¡por la gloria de mi madre!
Y ya
hemos llegado donde yo quería. Estudiando mi especialidad de
Medicina, tuve mi primer contacto con un Ordenador y descubrí el
cracking de software como un reducto aparte con buena gente,
inteligente, que seguía con ganas de aprender y de llevar la
contraria. Muchos pensarían que para eso yo ya era viejuno, porque
la mayoría de los crackers eran mas jóvenes, pero ellos nunca lo
vieron así. Ya conté en una entrada anterior como fue aquello y a lo que me llevó. Lo que quiero contaros ahora es como era la situación que vivía la
informática y el Software en nuestro país desde el punto de vista
de un usuario terminal como lo era yo.
Fue
precisamente en 1992, a raíz de la promoción de un juego para
ordenador (el Wolfenstein 3D), cuando se comienza a hablar del
Shareware en la calle. Hasta entonces ese había sido un “palabro”
casi reservado a los informáticos. Resulta que este juego, en el que
un prisionero Americano tiene que escapar de una fortaleza en la que
le tienen encerrado los Nazis, fue lanzado comercialmente en CD
distribuyendo gratis una versión en la que solamente había un
episodio de los tres de los que se componía el juego. Cada uno de
los episodios contenía 10 misiones, por lo que el que se hacía con
el CD podía jugar esos 10 niveles. Al terminar los niveles aparecía
la opción de compra. Con un poco de suerte, según la manera de
pensar de la compañía que distribuía el juego, los que probaban
esta versión podrían engancharse al juego para luego comprar la
versión completa con los tres episodios e incluso alguna expansión.
Los CD además se podían copiar (cosa que deseaban ampliamente los
distribuidores) y de esa manera llegar a captar mas usuarios
dispuestos a pagar por el programa completo sin tener que gastar mas
dinero ellos en la propaganda. Es precisamente esta práctica de
sampling de aplicaciones de software propietario, limitadas en su
funcionalidad o nivel de prestaciones, o bien en su uso en el tiempo
(periodo de prueba) lo que se conoce con el nombre de Shareware. El
término claramente deriva de share (compartir) + ware (terminación
de software).
El
término en realidad es mas antiguo que el Wolfenstein 3D, pues fue
acuñado por el programador de software Bob Wallace en 1983, cuando
decide distribuir su programa PC-Write (un procesador de texto para
DOS) con un tipo de licencia, que al precio de 10 dolares te permitía
la copia y distribución del programa. Sin embargo, la compañía
distribuidora del software (Quicksoft,) solo daba servicios
adicionales como soporte técnico telefónico, acceso al código
fuente y un manual en papel, a los que le pagaban 75 dólares. Si
alguien pagaba los 75 dólares, el comprador de la licencia del
programa que se había distribuido haciendo esa copia recibía 25
dólares por haber difundido el programa entre otras personas
mediante copias gratuitas. La idea funcionó muy bien, pues Quicksoft
llegó a tener 32 empleados y ganó más de 2 millones de dólares.
Pero
no fue Bob el primero en utilizar ese sistema de distribución de
Software, pues ya lo utilizaron en 1982 dos programadores americanos:
Andrew Fluegeman que había hecho un programa de telecomunicaciones
para computadoras IBM llamado PC-Talk y Jim Knopf que programó uno
de gestión de la computadora (PC-File). Ambos programadores
decidieron evitar costes en la promoción y distribución de sus
programas utilizando la difusión por canales hasta entonces no
habituales, dada su novedad, fundamentalmente las BBS (Bulletin Board
System). Solamente pagaba el que quisiera actualizaciones, ver como
el programa se iba desarrollando poco a poco y opciones de
mantenimiento y servicios informáticos. Por ejemplo, si querías una
copia del PC_Talk, debías enviar un disquete formateado para DOS a
una dirección de correo de California donde estaba la sede de
Freeware, la compañía que había creado para hacer esto “ad hoc”.
Fluegelman además de su programa, difundió el código fuente y como
consecuencia perdió rápidamente el control sobre el mismo ya que
otros programadores utilizaron su código fuente original para
mejorarlo e implementarlo y hacer sus propios programas. Knopf sin
embargo mantuvo el código fuente de su programa a buen recaudo y fue
solamente él quien se dedicó a las actualizaciones y mejoras,
llegando a crear ButtonWare, Inc, una compañía de software que se
hizo multimillonaria. Puede considerarse entonces que el verdadero padre del Shareware fue Jim Knopf.
Llegado
a este punto hay que decir que lo que entendemos hoy por Freeware no
es lo mismo que entendía Fluegelman, aunque este se apropiase
inicialmente del término. Hoy en día se entiende por freeware a
todo software que se distribuye sin pagar por su licencia, es decir,
gratis, pero que mantiene restricciones en su copyright no pudiéndose
modificar, vender o distribuir libremente. De hecho, el software que
además de distribuirse sin cobrar por la licencia y que no mantiene
restricciones de los derechos de autor es lo que se denomina
software libre. Incluso dentro de este software verdaderamente libre,
podemos tener varios tipos, dependiendo si se permite manipular su
código fuente (código abierto) o no. Pero no quiero hablaros del
software libre sino del Shareware en los años 90 en España.
A
estas alturas y con todo lo que os he contado hasta ahora, ya
deberíais de tener claro que el Shareware es una forma de promoción
y marketing de software en la que un programa informático se
distribuye de manera gratuita, pero con limitaciones y aquel usuario
que desee eliminarlas debe pagar por ello. Las limitaciones pueden
ser de apoyo y servicio informático y acceso a las actualizaciones,
como hicieron originalmente Fluegelman y Knopf o de prestaciones
funcionales del programa por las que este ofrece algunas
herramientas, pero si el usuario compra la licencia correspondiente,
dicha cantidad de herramientas se amplía, o bien pueden ser
limitaciones temporales de uso del programa que sólo puede emplearse
una cierta cantidad de días y pasados estos se bloquea. El programa
shareware se puede instalar, usar e incluso distribuir libremente,
sin coste económico alguno, siempre que no se desensamble y
modifique su código.
Los
años 90 fueron unos años especialmente buenos en nuestro país para
el shareware, pues los ordenadores de sobremesa ya eran un objeto
habitual en las casas para los mas jóvenes, y el uso indiscriminado
de los flopis o disquetes para copiar programas hizo que la necesidad
de mas espacio de almacenamiento diese paso al CD-ROM (sigla del
inglés Compact Disc Read-Only Memory) que se encontraba en
desarrollo desde 1985. En esos años, la prensa informática había
encontrado un espacio de mercado nuevo con un nuevo consumidor y
comenzó a sacarle buen partido. Comenzó a ser de lo mas normal que
las revistas de informática trajeran un CD con decenas o cientos de
programas shareware para probar. ¡Yo guardo muchísimos de ellos! A
continuación os enumero los nombres de algunas de las revistas de
las que guardo muchos CD llenos de Shareware: Hot Shareware, CD
Shareware, PC Plus, PC Actual, Home PC, Personal Computer, PC Manía,
más PC, PC Pro, CD Actual, CD Media, Computer Hoy, Computer !dea,
Gratis PC, Classic CD, CD Dingo, Netsurf, CD Web, SuperCD, S.O.S
PC, Family PC, PC Magacine, CD Util… y un largo etcétera que hacía
las delicias de los crackers.
Si tú nos has conservado esos libros o revistas, puedes encontrar algunos de estos CD con programas shareware en archive.org
Curiosamente,
esos fueron también los años en los que la industria del software
propietario lanzaba campañas para luchar contra la copia
indiscriminada de sus programas sin descanso, como la del Don’t
Copy That Floppy de 1992. La cantidad de disquetes que tenía por
aquel entonces con copias de software para mi ordenador, era ingente.
¡ Incluso le compré de segunda mano a un amiguete una unidad ZIP de Iomega para aligerar espacio! Aún la guardo con cariño. Hoy parecerá
broma, pero con ese dispositivo periférico de almacenamiento
llegamos a conseguir como máximo una capacidad de almacenamiento de
750 MB con las últimas generaciones de discos Zip ¡Y nos parecía
todo un lujo!
En
lo que respecta a los sistemas operativos y los ordenadores
personales, en 1990 Microsoft había lanzado su Windows 3.0 y en 1995
sacó el espectacular Windows 95, con el que muchos usuarios recién
llegados a la informática como yo, comenzamos a experimentar. Los
cambios en el sistema operativo de Microsoft eran espectaculares
aunque por debajo seguía corriendo un DOS. El entorno gráfico que
hoy nos parece de lo mas cutre, por aquel entonces era algo casi
mágico, con una barra de tareas y un botón de inicio que antes no
había, y además el sistema operativo soportaba el Plug and play.
Era el momento ideal para la proliferación del Shareware y como no,
de ¡los crackers de software!
Se
ha calculado que en 1994 en España había unos 20.000 ordenadores
con conexión a la red e Ibertex de Telefónica tenía más de
400.000 usuarios. En 1995 se lanza Infovía y posteriormente
InfoVíaPlus, una red que hacía de intermediaria entre el usuario e
internet, y se crea la Asociación de Usuarios de Internet (AUI); en
este momento había más de 42.000 ordenadores conectados a Internet.
En 1996 se calculaba que en España de todas las personas que
disponían de un ordenador, solamente el 1% tenía una, por aquel
entonces, primitiva conexión a internet. La conexión se hacía por
línea telefónica con un módem de 56 kbps y solamente había tres
grandes empresas que ofrecían conexión-ISP: Teleline, Arsys y
Servicom. El año 1996 terminó con 320.000 internautas en España,
pero las conexiones a internet seguían siendo pocas y lentas. Se
podría decir que los internautas al principio casi eramos bichos
raros y para muchos Internet iba a ser solamente una moda pasajera.
Recuerdo como en 1996 apareció
el primer
buscador español: Olé ("Ordenamientos de Links
Especializados"). Posteriormente tras comprarlo telefónica
pasaría a ser Lycos. Otro buscador que apareció fue el de Ozú, y
este increíblemente duró hasta hasta 2012.
Precisamente
el que las conexiones a red no fuesen tan buenas ni rápidas como las
de hoy, fue uno de los factores que considero que fueron
imprescindibles para la aparición de los crackers de software. Por
un lado habían proliferado las revistas en papel que incluían
abundantes programas shareware, por otro lado podían comenzar a
hacerse copias de los programas con facilidad en CD desde los
ordenadores personales en casa y finalmente, una conexión a internet, aunque fuese lenta, permitía que los crackers pudiesen conseguir información
valiosa en forma de texto plano o se pudiesen juntar en canales y
salas de chat para hablar y compartir sus conocimientos y sus herramientas. Se usaba por
aquel entonces el IRC con el programa mIRC
o el programa ICQ que
tenía su propio protocolo de comunicaciones.
Es mas, por aquella
época, podíamos hacer con facilidad conexiones peer to peer entre
nosotros, que si que eran rápidas para la transferencia de archivos
ya que conectabas dos computadoras entre sí directamente. Sin
embargo, hoy en día con el internet más rápido que tenemos y las
tiendas online de aplicaciones, tanto de iOS como la tienda e
Microsoft, así como las similares para macOS, Androyd, Google Play y
el desarrollo del software libre apuntalado sobre múltiples
distribuciones de Linux, el shareware ya no tiene prácticamente
sentido. Por lo menos, no como lo conocíamos por aquel entonces. De
todas formas la transición no fue del todo brusca y se llegó a
vivir un momento en que la velocidad de red era rápida y el
Shareware ya no se distribuía en CDs con revistas, sino que se podía
descargar de servidores de la red que contenían webs especializadas
en el tema. Llegaron a ser abundantes y en esas fechas, los crackers
nos conectábamos a servidores mediante FTP y bajábamos el software
para crackear de la red después subíamos los Cracks o los parches
lo mas rápido posible, en una carrera contrareloj para ver quien era
el que conseguía hacer un 0 Day, es decir, subir a la red el parche
o el crack de una versión de un programa que se había colgado en la
red ese mismo día. Eso llegó a ser divertido, pero lo único que me
impulso a mi a ser cracker y crackear fue siempre el hambre de
conocimiento y las ganas de compartirlo. Bueno, eso y una filosofía
particular de la vida que compartimos los crackers y que no nos
abandona nunca.
La
verdad es que yo conocí el shareware el mismo día que compré mi
primero ordenador, con su Windows 95 de serie por el que me hicieron
pagar una pasta, que ahora no recuerdo cuanto fue, pero que me dolió
casi tanto como una patada en los mismísimos testículos. Además de
que el mueble era un verdadero muerto, el monitor feo de cojones y
con un culo enorme, yo no veía como ese cacharro, que había
escuchado que no era nada fácil de utilizar para alguien que no
supiese absolutamente nada de informática como yo, me iba a ayudar
en el trabajo.
Pues
no solo me ayudo en el trabajo, sino que además me abrió las
puertas a un mundo nuevo. De entrada me descubrió que la informática
era apasionan,te, la computación entretenida e hizo de mi un cracker
de software. Todo eso mientras estudiaba mi especialidad en Medicina
y hacia guardias una detrás de otra. La verdad es que fueron años
en los que estuve ocupado y aprendí de nuevo muchas cosas.
Según me puse a
crackear fui conociendo diferentes tipos de shareware disponibles en
el mercado. Todos los intentaba crackear y poco a poco me fui
formando una idea de clasificación del mismo.
Existían
diferentes tipos de shareware disponibles en el mercado al menos, a
los que yo podía echar mano al comprar mis revistas con sus CD
incluidos. La mayoría tenían que ver con el tipo de licencia con la
que se distribuía el programa. Uno de los tipos de shareware que
uno se podía encontrar con mas frecuencia era el software de tipo
“Trial”, versiones de prueba de un programa que se distribuye con
limitaciones. La idea es que el usuario terminal lo pruebe y si le
gusta se compre la versión completa y sin limitaciones.
Las
limitaciones que solían tener estos programas eran la limitación
en el número de ejecuciones del programa, la limitación del tiempo
que el programa permanecía funcional una vez instalado en el
ordenador, o del tiempo que se mantenía e ejecución una vez
lanzado, la existencia de algunas funciones deshabilitadas (una de
las mas frecuentes era la opción de “guardar”, que hacía al
programa prácticamente inservible), o la limitación en el número
de veces que se utilizaba esa función y finalmente el que de forma
involuntaria añadiese firmas, marcas de agua o recuerdos de que el
programa era shareware en los proyectos que hicieses.
A
estos programas se les ha llamado Trialware o Demoware. Muchas
personas hacen sinónimos estos términos, pero recuerdo como los
crackers de software los solíamos diferenciar. Para nosotros era
Demo y no Trial, el programa que tenia funciones o partes no
funcionales no porque estuviesen desactivadas o limitadas en el
número y forma de ejecuciones, sino porque el código que dicha
función requería para funcionar no se encontraba escrito en la
versión que se distribuía.
Una
Demo de ese tipo, pocas veces interesaba crackearla, pues nadie iba a
ponerse a reconstruir un programa mutilado. Sin embargo los Trial nos
ofrecían horas de diversión y cuantas mas limitaciones tuviesen,
mas nos divertíamos y teníamos que investigar en ellos. Cuantas
veces descubriendo la subrutina que generaba la clave de registro
habías solucionado ya todos los problemas, pero se seguía
investigando para aprender a activar funciones y botones y cambiar o
eliminar tales o cuales ventanas del programa. Por cierto, a los
programas shareware que bloquean varias características de uso
durante la etapa de prueba los denominamos Crippleware.
Pero
hay que decir que para los crackers lo importante era aprender, no
solo obtener las claves de registro, y compartir ese conocimiento con
el grupo. Teníamos claro que cuanto mas compartiésemos, mas
aprendíamos y mejor lo pasábamos. Además, el estudio de como
funcionaban estas limitaciones en los programas no solo nos hacía
aprender del software que analizábamos, sino también de como
funcionaba nuestro propio sistema operativo, pues muchas de las
limitaciones del programa shareware, como las limitaciones por tiempo
o por número de instalaciones, o la activación y desactivación de
funciones escondían códigos en diferentes lugares de tu sistema
operativo, como
por ejemplo, en el registro de Windows. Por esta razón si se borran esas claves
y se volvían a instalar las versiones shareware, volvías a iniciar
el proceso de evaluación del programa. Todo esto obligaba a estudiar
que era el registro del sistema operativo y como funcionaba, que eran
los archivos. Ini o los .key. Nunca dejábamos de aprender cosas
nuevas.
Los
cracker diferenciábamos además otro tipo de shareware que muchas veces
se combinaba con el anterior, y que distinguíamos por un
comportamiento que en especial nos irritaba bastante. Me refiero a
las Nagscreen, esas ventanas que aparecían al iniciar o al cerrar el
programa y en algunas otras ocasiones al activar alguna función
concreta o incluso programadas por tiempo, y que no hacían otra cosa
que recordarte que el programa era shareware, que lo tenías que
comprar y mandaban propaganda molesta. Incluso había programas en
los que el programador había ideado una maldad especialmente molesta
e irritarte: la Nagscreen tenia al menos dos botones y si uno era
para cerrar la Nag y otro para cerrar el programa, con cada ejecución
de programa o con la apertura de la Nagscreen, la posición de los
botones sufría una permutación, con lo cual se facilitaba el error
de que el usuario cerrase por completo el programa cuando quería
solamente cerrar la Nascreeng. A los programas shareware que
utilizaban este tipo de ventanas tan molestas se les denominó
Nagware, Begware o Annoyware. Si no recuerdo mal, alguno de estos
programas eran el WinZip, el WinRAR y mIRC. Los tres me los había
crackeado yo mismo y los tres los usaba a diario.
Respecto
a las Nagscreen, diré además que no hay que confundirlas con esas
otras ventanas que aparecen al inicio de un programa, antes de que
este cargue su interfaz completamente y que suelen incluir los
logotipos y diseños del programa o la casa de software que los
comercializa. Esas ventanas se denominan “Splash” y en programas
shareware se utilizaban aveces también para recordar el carácter
del programa. Como eliminarlas sin afectar la carga del resto del
programa, era otra cosa que debíamos de hacer los cracker. Esto
nunca nos dio problema a nadie que yo sepa, pero si que nos
entretuvo.
Mientras
el Shareware se mantuvo sano en el mercado, yo seguí crackeando
software, pero a medida que la conexión a internet mejoraba y las
comunicaciones entre los crackers parecía que se facilitaban, vi
como la WWW iba cambiando y la aldea global que tan felizmente
ocupábamos grupos tan variopintos, cambiaba. Muchos crackers se
hacían mayores, como me había pasado a mi antes y el cracking como
yo lo conocí, fue decayendo. Ahora no encuentras a casi nadie en
#Crackers del irc-hispano y mi cuenta de ICQ que aún conservo con su
UIN hace muchos años que no hace “Cu-cú”.
De
vez en cuando, cuando tengo tiempo libre miro en la red como está la
cosa del Warez y busco páginas de Cracking nuevas. Es nostalgia y
una manera de pasar el tiempo como otra cualquiera. Incluso he
llegado a pensar en que pasaría si hago una copia de la Web de
Cracking que tenía en aquellos días y la subo a un servidor con
todos los tutoriales que tenía.
Mas que nada, sería como ofrecer una pieza de museo para que los interesados en la historia de internet y en particular en el cracking de software en España, la contemplen de vez en cuando. Posiblemente haya mas crackers retirados que añoren esas cosas. Quizás entre en el canal #Crackers del irc-hispano y pregunte que parece la idea. Probablemente no me conteste nadie, parece que esa es la tónica entre los pocos que están en ese canal.
Los crackers de antes y el Shareware me da la impresión que estamos a estas alturas como el Naranjito
Mas que nada, sería como ofrecer una pieza de museo para que los interesados en la historia de internet y en particular en el cracking de software en España, la contemplen de vez en cuando. Posiblemente haya mas crackers retirados que añoren esas cosas. Quizás entre en el canal #Crackers del irc-hispano y pregunte que parece la idea. Probablemente no me conteste nadie, parece que esa es la tónica entre los pocos que están en ese canal.
Los crackers de antes y el Shareware me da la impresión que estamos a estas alturas como el Naranjito
Ilustración de Carmen Larios
Tomada del diario digital La Opinión de Málaga