martes, 8 de octubre de 2019

¿Qué ha sido de los crackers de software Españoles y del Shareware?

Desde que leí el capítulo sobre los Crackers Españoles del libro de Mercé Molist Ferrer, Hackstory, no puedo dejar de pensar en eso de que “tiempos pasados siempre fueron mejores” y me viene a la cabeza un recuerdo tras otro de aquella maravillosa época. Tanto es así, que llevo días pensado en darles forma de alguna manera. Quizás escribir de ello en mi blog sea un comienzo o quizás sea simplemente un desahogo y no llegue a nada mas. Eso sí, tendré muy en cuenta el dicho de que “los tontos hablan del pasado, los sabios del presente y los locos del futuro”. Contaré pues un poco de como fue aquella época, recordando el pasado, pero con los ojos bien puestos en el presente. El futuro, sabe Dios que nos deparará. De momento conformémonos con debugar el pasado para poder entender mejor nuestro presente y crackear nuestra realidad, pues así es como el futuro se va haciendo presente y el presente se va haciendo pasado.

Para que entendáis de que voy a hablaros, de entrada debéis situaros en los años 80 y 90, en España, un país que había salido de una larga dictadura de 40 años.

Yo tenía por aquel entonces, cuando murió el dictador en 1975, la corta edad de 8 años. Pasé esa época de mi mas tierna infancia estudiando en un colegio público (hoy me siento afortunado de ser de los que hizo la EGB) y jugando a las canicas, las chapas, el trompo y el churro, mientras mis padres iniciaban un largo y reñido proceso judicial de separación matrimonial, porque de aquellas ¡aún no había ley del Divorcio! Fueron años difíciles para un crio, pero interesantes también en lo social, pues viví años de apertura, ansias de libertad y revolución social. En lo que a mi respecta, descubrí el tabaco y me inicié en el vicio de fumar con precocidad y comencé a prestar algo de atención a la política en el momento que pegaba fuerte la UCD de Adolfo Suárez. ¡Creo que esa fue la época en la que comencó a despertar mi mente!

Después los problemas de política ya se hicieron algo habitual y opinaba sobre ellos y me iba haciendo mis opiniones de Calvo Sotelo, del Gobierno Socialista de Felipe González y Alfonso guerra, del alcalde de Madrid Tierno Galvan, de Fraga Iribarne, del retornado Carrillo… en fin, de la derecha y de la izquierda política española y de la vida y sus vicisitudes. Conocí lo que fue la puta ETA durante su etapa mas sangrienta y también al Grapo, cuando aún no habían decidido colgarse del cuello en sus celdas sin saberlo incluso ellos mismos. Las cosas comenzaron con atentados que convertían a los ministros en Astronautas (me acuerdo de haber visto en la televisión el vuelo de Carrero Blanco y recuerdo que en la calle se cantaba que ese hombre había “nacido en tierra, vivido en el mar y subido al cielo en un Dodge-Dart”) y el gobierno no tardó en aprender a responder con guerra sucia. En lo social, el país parecía que comenzaba a desmadrarse, como hacen los niños cuando salen al recreo después de haber estado 5 horas seguidas encerrados o como los toros cuando salen al coso ciegos desde toriles, embistiendo a todo lo que tienen por delante. Los 40 años de dictadura (periodo que después conocería como un “Franconio”) trajeron una apertura cultural y apareció La Movida Madrileña y la irrupción a lo bestia de las drogas. ¡Que suerte que yo aún era demasiado pequeño para todo eso!, cuando me llegó la edad, ya había mas información y yo era mucho mas listo.

Cuando tenía ya mis 15 años, corría el 82, la movida estaba pegando sus últimos coletazos, pero sin embargo aún quedaban los verdaderos grupos de rock como Leño, Barón Rojo, Obús y otros de punk, como la Polla Records, Eskorbuto, El último ke Zierre y La Uvi. Yo me fui a vivir a Galicia con mi madre y allí pegaban fuerte, en Orense Los Suaves y en Vigo los que en su día fueron Maricruz Soriano y los que afinan su piano, reconvertidos a los muy cachondos Siniestro total. Eran tiempos en los que escuchaba a diario Golpes Bajos, Germán Copini y mucho mas Rock extranjero y nacional. Leía mucho y criticaba todo y sobre todo, tenía muchas ganas de aprender cosas nuevas y llevar la contraria. Pero no todo era hermoso, para los mundiales de futbol ese año escogieron una mascota espantosa, el "Naranjito".


En el panorama internacional, la década de los 80 terminaba con la caída del muro de Berlín que dividía a Alemania y a Europa en dos tras el final de la guerra mundial y la época de los 90 se iniciaba con la caída del comunismo en la Unión Soviética y el final de la guerra fría. Ahora mandaban los Yanquis, cosa que tampoco nos gustaba a muchos de los de mi generación. Nosotros fuimos esos Españolitos que se declaraban los últimos Insumisos y de los primeros que comenzamos a dejar de ir a la Mili para hacer una Prestación Social Sustitutoria. Así fue como llegue a los 90, con todo confabulado en lo social y en lo personal para hacer de mi, antes o mas tarde, un cracker de pro.

Justo cuando terminé los seis años que dura la carrera de medicina y tenía que pensar seriamente en ganarme yo las habichuelas, vinieron la Expo de Sevilla, con su no menos espantosa mascota “Curro” 


y las Olimpiadas del 92, con Cobi, que parecía un perro recién atropellado por un automovilista ebrio. 
 

Fueron otra vez años duros en los que debía opositar y presentarme al MIR para conseguir estudiar una especialidad y después trabajar. Sin la especialidad en algo, un médico en España en esas fechas solo tenía dos opciones, o apuntarse al paro y preparar la oposicón, o marcharse del país. La opción de “nini” por aquel entonces era impensable para nosotros y no existía. Tardé dos años en sacar la puñetera oposición, el famoso MIR, cosa que hice con buena nota y pude escoger la especialidad en Medicina que quise en el lugar que deseaba, sin problemas. Me puse a ello y durante esa época viví también cambios importantes; pero las cosas ya me parecía que iban a menos: a Jesulín de Ubrique le tiraban bragas y sujetadores al coso mientras le cantaban “Tora, tora, tooooora...” y Chiquito de la calzada en la televisión contagiaba a la mitad de los Españoles haciendo que después pareciesen gilipollas al hablar...Jorrrl, que fistro de País, ¡por la gloria de mi madre!

Y ya hemos llegado donde yo quería. Estudiando mi especialidad de Medicina, tuve mi primer contacto con un Ordenador y descubrí el cracking de software como un reducto aparte con buena gente, inteligente, que seguía con ganas de aprender y de llevar la contraria. Muchos pensarían que para eso yo ya era viejuno, porque la mayoría de los crackers eran mas jóvenes, pero ellos nunca lo vieron así. Ya conté en una entrada anterior como fue aquello y a lo que me llevó. Lo que quiero contaros ahora es como era la situación que vivía la informática y el Software en nuestro país desde el punto de vista de un usuario terminal como lo era yo.

Fue precisamente en 1992, a raíz de la promoción de un juego para ordenador (el Wolfenstein 3D), cuando se comienza a hablar del Shareware en la calle. Hasta entonces ese había sido un “palabro” casi reservado a los informáticos. Resulta que este juego, en el que un prisionero Americano tiene que escapar de una fortaleza en la que le tienen encerrado los Nazis, fue lanzado comercialmente en CD distribuyendo gratis una versión en la que solamente había un episodio de los tres de los que se componía el juego. Cada uno de los episodios contenía 10 misiones, por lo que el que se hacía con el CD podía jugar esos 10 niveles. Al terminar los niveles aparecía la opción de compra. Con un poco de suerte, según la manera de pensar de la compañía que distribuía el juego, los que probaban esta versión podrían engancharse al juego para luego comprar la versión completa con los tres episodios e incluso alguna expansión. Los CD además se podían copiar (cosa que deseaban ampliamente los distribuidores) y de esa manera llegar a captar mas usuarios dispuestos a pagar por el programa completo sin tener que gastar mas dinero ellos en la propaganda. Es precisamente esta práctica de sampling de aplicaciones de software propietario, limitadas en su funcionalidad o nivel de prestaciones, o bien en su uso en el tiempo (periodo de prueba) lo que se conoce con el nombre de Shareware. El término claramente deriva de share (compartir) + ware (terminación de software).

El término en realidad es mas antiguo que el Wolfenstein 3D, pues fue acuñado por el programador de software Bob Wallace en 1983, cuando decide distribuir su programa PC-Write (un procesador de texto para DOS) con un tipo de licencia, que al precio de 10 dolares te permitía la copia y distribución del programa. Sin embargo, la compañía distribuidora del software (Quicksoft,) solo daba servicios adicionales como soporte técnico telefónico, acceso al código fuente y un manual en papel, a los que le pagaban 75 dólares. Si alguien pagaba los 75 dólares, el comprador de la licencia del programa que se había distribuido haciendo esa copia recibía 25 dólares por haber difundido el programa entre otras personas mediante copias gratuitas. La idea funcionó muy bien, pues Quicksoft llegó a tener 32 empleados y ganó más de 2 millones de dólares.

Pero no fue Bob el primero en utilizar ese sistema de distribución de Software, pues ya lo utilizaron en 1982 dos programadores americanos: Andrew Fluegeman que había hecho un programa de telecomunicaciones para computadoras IBM llamado PC-Talk y Jim Knopf que programó uno de gestión de la computadora (PC-File). Ambos programadores decidieron evitar costes en la promoción y distribución de sus programas utilizando la difusión por canales hasta entonces no habituales, dada su novedad, fundamentalmente las BBS (Bulletin Board System). Solamente pagaba el que quisiera actualizaciones, ver como el programa se iba desarrollando poco a poco y opciones de mantenimiento y servicios informáticos. Por ejemplo, si querías una copia del PC_Talk, debías enviar un disquete formateado para DOS a una dirección de correo de California donde estaba la sede de Freeware, la compañía que había creado para hacer esto “ad hoc”. Fluegelman además de su programa, difundió el código fuente y como consecuencia perdió rápidamente el control sobre el mismo ya que otros programadores utilizaron su código fuente original para mejorarlo e implementarlo y hacer sus propios programas. Knopf sin embargo mantuvo el código fuente de su programa a buen recaudo y fue solamente él quien se dedicó a las actualizaciones y mejoras, llegando a crear ButtonWare, Inc, una compañía de software que se hizo multimillonaria. Puede considerarse entonces que el verdadero padre del Shareware fue Jim Knopf.

Llegado a este punto hay que decir que lo que entendemos hoy por Freeware no es lo mismo que entendía Fluegelman, aunque este se apropiase inicialmente del término. Hoy en día se entiende por freeware a todo software que se distribuye sin pagar por su licencia, es decir, gratis, pero que mantiene restricciones en su copyright no pudiéndose modificar, vender o distribuir libremente. De hecho, el software que además de distribuirse sin cobrar por la licencia y que no mantiene restricciones de los derechos de autor es lo que se denomina software libre. Incluso dentro de este software verdaderamente libre, podemos tener varios tipos, dependiendo si se permite manipular su código fuente (código abierto) o no. Pero no quiero hablaros del software libre sino del Shareware en los años 90 en España.

A estas alturas y con todo lo que os he contado hasta ahora, ya deberíais de tener claro que el Shareware es una forma de promoción y marketing de software en la que un programa informático se distribuye de manera gratuita, pero con limitaciones y aquel usuario que desee eliminarlas debe pagar por ello. Las limitaciones pueden ser de apoyo y servicio informático y acceso a las actualizaciones, como hicieron originalmente Fluegelman y Knopf o de prestaciones funcionales del programa por las que este ofrece algunas herramientas, pero si el usuario compra la licencia correspondiente, dicha cantidad de herramientas se amplía, o bien pueden ser limitaciones temporales de uso del programa que sólo puede emplearse una cierta cantidad de días y pasados estos se bloquea. El programa shareware se puede instalar, usar e incluso distribuir libremente, sin coste económico alguno, siempre que no se desensamble y modifique su código.

Los años 90 fueron unos años especialmente buenos en nuestro país para el shareware, pues los ordenadores de sobremesa ya eran un objeto habitual en las casas para los mas jóvenes, y el uso indiscriminado de los flopis o disquetes para copiar programas hizo que la necesidad de mas espacio de almacenamiento diese paso al CD-ROM (sigla del inglés Compact Disc Read-Only Memory) que se encontraba en desarrollo desde 1985. En esos años, la prensa informática había encontrado un espacio de mercado nuevo con un nuevo consumidor y comenzó a sacarle buen partido. Comenzó a ser de lo mas normal que las revistas de informática trajeran un CD con decenas o cientos de programas shareware para probar. ¡Yo guardo muchísimos de ellos! A continuación os enumero los nombres de algunas de las revistas de las que guardo muchos CD llenos de Shareware: Hot Shareware, CD Shareware, PC Plus, PC Actual, Home PC, Personal Computer, PC Manía, más PC, PC Pro, CD Actual, CD Media, Computer Hoy, Computer !dea, Gratis PC, Classic CD, CD Dingo, Netsurf, CD Web, SuperCD, S.O.S PC, Family PC, PC Magacine, CD Util… y un largo etcétera que hacía las delicias de los crackers.

Si tú nos has conservado esos libros o revistas, puedes encontrar algunos de estos CD con programas shareware en archive.org
 
Curiosamente, esos fueron también los años en los que la industria del software propietario lanzaba campañas para luchar contra la copia indiscriminada de sus programas sin descanso, como la del Don’t Copy That Floppy de 1992. La cantidad de disquetes que tenía por aquel entonces con copias de software para mi ordenador, era ingente. ¡ Incluso le compré de segunda mano a un amiguete una unidad ZIP de Iomega para aligerar espacio! Aún la guardo con cariño. Hoy parecerá broma, pero con ese dispositivo periférico de almacenamiento llegamos a conseguir como máximo una capacidad de almacenamiento de 750 MB con las últimas generaciones de discos Zip ¡Y nos parecía todo un lujo!

En lo que respecta a los sistemas operativos y los ordenadores personales, en 1990 Microsoft había lanzado su Windows 3.0 y en 1995 sacó el espectacular Windows 95, con el que muchos usuarios recién llegados a la informática como yo, comenzamos a experimentar. Los cambios en el sistema operativo de Microsoft eran espectaculares aunque por debajo seguía corriendo un DOS. El entorno gráfico que hoy nos parece de lo mas cutre, por aquel entonces era algo casi mágico, con una barra de tareas y un botón de inicio que antes no había, y además el sistema operativo soportaba el Plug and play. Era el momento ideal para la proliferación del Shareware y como no, de ¡los crackers de software!


Se ha calculado que en 1994 en España había unos 20.000 ordenadores con conexión a la red e Ibertex de Telefónica tenía más de 400.000 usuarios. En 1995 se lanza Infovía y posteriormente InfoVíaPlus, una red que hacía de intermediaria entre el usuario e internet, y se crea la Asociación de Usuarios de Internet (AUI); en este momento había más de 42.000 ordenadores conectados a Internet. En 1996 se calculaba que en España de todas las personas que disponían de un ordenador, solamente el 1% tenía una, por aquel entonces, primitiva conexión a internet. La conexión se hacía por línea telefónica con un módem de 56 kbps y solamente había tres grandes empresas que ofrecían conexión-ISP: Teleline, Arsys y Servicom. El año 1996 terminó con 320.000 internautas en España, pero las conexiones a internet seguían siendo pocas y lentas. Se podría decir que los internautas al principio casi eramos bichos raros y para muchos Internet iba a ser solamente una moda pasajera. Recuerdo como en 1996 apareció el primer buscador español: Olé ("Ordenamientos de Links Especializados"). Posteriormente tras comprarlo telefónica pasaría a ser Lycos. Otro buscador que apareció fue el de Ozú, y este increíblemente duró hasta hasta 2012.



Precisamente el que las conexiones a red no fuesen tan buenas ni rápidas como las de hoy, fue uno de los factores que considero que fueron imprescindibles para la aparición de los crackers de software. Por un lado habían proliferado las revistas en papel que incluían abundantes programas shareware, por otro lado podían comenzar a hacerse copias de los programas con facilidad en CD desde los ordenadores personales en casa y finalmente, una conexión a internet, aunque fuese lenta, permitía que los crackers pudiesen conseguir información valiosa en forma de texto plano o se pudiesen juntar en canales y salas de chat para hablar y compartir sus conocimientos y sus herramientas. Se usaba por aquel entonces el IRC con el programa mIRC 



o el programa ICQ que tenía su propio protocolo de comunicaciones. 



Es mas, por aquella época, podíamos hacer con facilidad conexiones peer to peer entre nosotros, que si que eran rápidas para la transferencia de archivos ya que conectabas dos computadoras entre sí directamente. Sin embargo, hoy en día con el internet más rápido que tenemos y las tiendas online de aplicaciones, tanto de iOS como la tienda e Microsoft, así como las similares para macOS, Androyd, Google Play y el desarrollo del software libre apuntalado sobre múltiples distribuciones de Linux, el shareware ya no tiene prácticamente sentido. Por lo menos, no como lo conocíamos por aquel entonces. De todas formas la transición no fue del todo brusca y se llegó a vivir un momento en que la velocidad de red era rápida y el Shareware ya no se distribuía en CDs con revistas, sino que se podía descargar de servidores de la red que contenían webs especializadas en el tema. Llegaron a ser abundantes y en esas fechas, los crackers nos conectábamos a servidores mediante FTP y bajábamos el software para crackear de la red después subíamos los Cracks o los parches lo mas rápido posible, en una carrera contrareloj para ver quien era el que conseguía hacer un 0 Day, es decir, subir a la red el parche o el crack de una versión de un programa que se había colgado en la red ese mismo día. Eso llegó a ser divertido, pero lo único que me impulso a mi a ser cracker y crackear fue siempre el hambre de conocimiento y las ganas de compartirlo. Bueno, eso y una filosofía particular de la vida que compartimos los crackers y que no nos abandona nunca.

La verdad es que yo conocí el shareware el mismo día que compré mi primero ordenador, con su Windows 95 de serie por el que me hicieron pagar una pasta, que ahora no recuerdo cuanto fue, pero que me dolió casi tanto como una patada en los mismísimos testículos. Además de que el mueble era un verdadero muerto, el monitor feo de cojones y con un culo enorme, yo no veía como ese cacharro, que había escuchado que no era nada fácil de utilizar para alguien que no supiese absolutamente nada de informática como yo, me iba a ayudar en el trabajo.

Pues no solo me ayudo en el trabajo, sino que además me abrió las puertas a un mundo nuevo. De entrada me descubrió que la informática era apasionan,te, la computación entretenida e hizo de mi un cracker de software. Todo eso mientras estudiaba mi especialidad en Medicina y hacia guardias una detrás de otra. La verdad es que fueron años en los que estuve ocupado y aprendí de nuevo muchas cosas.

Según me puse a crackear fui conociendo diferentes tipos de shareware disponibles en el mercado. Todos los intentaba crackear y poco a poco me fui formando una idea de clasificación del mismo.

Existían diferentes tipos de shareware disponibles en el mercado al menos, a los que yo podía echar mano al comprar mis revistas con sus CD incluidos. La mayoría tenían que ver con el tipo de licencia con la que se distribuía el programa. Uno de los tipos de shareware que uno se podía encontrar con mas frecuencia era el software de tipo “Trial”, versiones de prueba de un programa que se distribuye con limitaciones. La idea es que el usuario terminal lo pruebe y si le gusta se compre la versión completa y sin limitaciones.

Las limitaciones que solían tener estos programas eran la limitación en el número de ejecuciones del programa, la limitación del tiempo que el programa permanecía funcional una vez instalado en el ordenador, o del tiempo que se mantenía e ejecución una vez lanzado, la existencia de algunas funciones deshabilitadas (una de las mas frecuentes era la opción de “guardar”, que hacía al programa prácticamente inservible), o la limitación en el número de veces que se utilizaba esa función y finalmente el que de forma involuntaria añadiese firmas, marcas de agua o recuerdos de que el programa era shareware en los proyectos que hicieses.

A estos programas se les ha llamado Trialware o Demoware. Muchas personas hacen sinónimos estos términos, pero recuerdo como los crackers de software los solíamos diferenciar. Para nosotros era Demo y no Trial, el programa que tenia funciones o partes no funcionales no porque estuviesen desactivadas o limitadas en el número y forma de ejecuciones, sino porque el código que dicha función requería para funcionar no se encontraba escrito en la versión que se distribuía.

Una Demo de ese tipo, pocas veces interesaba crackearla, pues nadie iba a ponerse a reconstruir un programa mutilado. Sin embargo los Trial nos ofrecían horas de diversión y cuantas mas limitaciones tuviesen, mas nos divertíamos y teníamos que investigar en ellos. Cuantas veces descubriendo la subrutina que generaba la clave de registro habías solucionado ya todos los problemas, pero se seguía investigando para aprender a activar funciones y botones y cambiar o eliminar tales o cuales ventanas del programa. Por cierto, a los programas shareware que bloquean varias características de uso durante la etapa de prueba los denominamos Crippleware.

Pero hay que decir que para los crackers lo importante era aprender, no solo obtener las claves de registro, y compartir ese conocimiento con el grupo. Teníamos claro que cuanto mas compartiésemos, mas aprendíamos y mejor lo pasábamos. Además, el estudio de como funcionaban estas limitaciones en los programas no solo nos hacía aprender del software que analizábamos, sino también de como funcionaba nuestro propio sistema operativo, pues muchas de las limitaciones del programa shareware, como las limitaciones por tiempo o por número de instalaciones, o la activación y desactivación de funciones escondían códigos en diferentes lugares de tu sistema operativo, como por ejemplo, en el registro de Windows. Por esta razón si se borran esas claves y se volvían a instalar las versiones shareware, volvías a iniciar el proceso de evaluación del programa. Todo esto obligaba a estudiar que era el registro del sistema operativo y como funcionaba, que eran los archivos. Ini o los .key. Nunca dejábamos de aprender cosas nuevas.

Los cracker diferenciábamos además otro tipo de shareware que muchas veces se combinaba con el anterior, y que distinguíamos por un comportamiento que en especial nos irritaba bastante. Me refiero a las Nagscreen, esas ventanas que aparecían al iniciar o al cerrar el programa y en algunas otras ocasiones al activar alguna función concreta o incluso programadas por tiempo, y que no hacían otra cosa que recordarte que el programa era shareware, que lo tenías que comprar y mandaban propaganda molesta. Incluso había programas en los que el programador había ideado una maldad especialmente molesta e irritarte: la Nagscreen tenia al menos dos botones y si uno era para cerrar la Nag y otro para cerrar el programa, con cada ejecución de programa o con la apertura de la Nagscreen, la posición de los botones sufría una permutación, con lo cual se facilitaba el error de que el usuario cerrase por completo el programa cuando quería solamente cerrar la Nascreeng. A los programas shareware que utilizaban este tipo de ventanas tan molestas se les denominó Nagware, Begware o Annoyware. Si no recuerdo mal, alguno de estos programas eran el WinZip, el WinRAR y mIRC. Los tres me los había crackeado yo mismo y los tres los usaba a diario.



Respecto a las Nagscreen, diré además que no hay que confundirlas con esas otras ventanas que aparecen al inicio de un programa, antes de que este cargue su interfaz completamente y que suelen incluir los logotipos y diseños del programa o la casa de software que los comercializa. Esas ventanas se denominan “Splash” y en programas shareware se utilizaban aveces también para recordar el carácter del programa. Como eliminarlas sin afectar la carga del resto del programa, era otra cosa que debíamos de hacer los cracker. Esto nunca nos dio problema a nadie que yo sepa, pero si que nos entretuvo.

Mientras el Shareware se mantuvo sano en el mercado, yo seguí crackeando software, pero a medida que la conexión a internet mejoraba y las comunicaciones entre los crackers parecía que se facilitaban, vi como la WWW iba cambiando y la aldea global que tan felizmente ocupábamos grupos tan variopintos, cambiaba. Muchos crackers se hacían mayores, como me había pasado a mi antes y el cracking como yo lo conocí, fue decayendo. Ahora no encuentras a casi nadie en #Crackers del irc-hispano y mi cuenta de ICQ que aún conservo con su UIN hace muchos años que no hace “Cu-cú”.

De vez en cuando, cuando tengo tiempo libre miro en la red como está la cosa del Warez y busco páginas de Cracking nuevas. Es nostalgia y una manera de pasar el tiempo como otra cualquiera. Incluso he llegado a pensar en que pasaría si hago una copia de la Web de Cracking que tenía en aquellos días y la subo a un servidor con todos los tutoriales que tenía. 


Mas que nada, sería como ofrecer una pieza de museo para que los interesados en la historia de internet y en particular en el cracking de software en España, la contemplen de vez en cuando. Posiblemente haya mas crackers retirados que añoren esas cosas. Quizás entre en el canal #Crackers del irc-hispano y pregunte que parece la idea. Probablemente no me conteste nadie, parece que esa es la tónica entre los pocos que están en ese canal.

Los crackers de antes y el Shareware me da la impresión que estamos a estas alturas como el Naranjito

Ilustración de Carmen Larios
Tomada del diario digital La Opinión de Málaga